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Con los Alpes austriacos como principales protagonistas, se extiende un territorio salpicado por lagos de belleza exquisita y aldeas ancladas en el tiempo. La región denominada como Salzkammergut, cuya traducción literal significa Propiedad de la Cámara de la Sal, fue declarada en 1997 en todo su conjunto como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Debido a su atractivo paisajístico, no sorprende por tanto por qué el Emperador Franz Joseph I eligió esta zona de Austria como su lugar de retiro.

 

Comúnmente, nos adentraremos en el denominado Distrito de los Lagos de Austria a través de Salzburgo, cuarta ciudad más poblada del país que creció en popularidad gracias al comercio de la sal, mineral muy abundante en la zona y del cual toma su nombre. Omnipresente en lo más alto la ciudad, se muestra orgullosa la infranqueable fortaleza de Hohensalzburg, mandada construir por el arzobispo Gebhard. Fruto de la guerra desatada entre 1073 y 1122 entre Papas y reyes católicos, jamás llegó a ser conquistada. Hoy en día, el acceso a la misma se facilita gracias a un funicular, aunque los más valientes aún pueden ascender ladera arriba y recordar el porqué del éxito de esta fortificación. En su decoración interior sobresalen las pinturas ornamentales del Salón Dorado, su chimenea de cerámica del año 1501 y los tallados en madera de estilo gótico, así como una sala dedicada a las prácticas de tortura de tiempos pasados. Pero si de algo puede presumir la fortaleza de Hohensalzburg es de las vistas privilegiadas sobre los techados barrocos del casco antiguo de Salzburgo a un lado, y un amplio valle enmarcado por las imponentes montañas del Parque Nacional de Berchtesgaden, ya en territorio alemán, al otro.

Salzburgo es también conocida como la Ciudad de la Música por su papel protagonista en los primeros pasos de Johannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart, también conocido como Mozart, a secas. El que está considerado como uno de los músicos más influyentes de la historia comenzó sus andaduras, tanto en la vida como en la música en el actual casco antiguo de esta ciudad, donde es posible visitar la casa que le vio nacer reconvertida en museo. Este se encuentra además ubicado en una de las avenidas principales de Salzburgo, por lo que se presta como la excusa perfecta para pasear por las elegantes calles de su casco. La vía de Getreidegasse arroja una mirada al pasado a través de sus refinados letreros de hierro forjado de origen medieval, los cuales se combinan sutilmente con comercios tradicionales y modernos de toda clase. En una pequeña tienda del barrio nos recibe amablemente una dependienta, quien nos muestra con entusiasmo una impresionante colección de huevos de pascua de todos los colores, que destacan entre el resto de los artículos decorativos que atiborran los estantes y el techo de la misma. Un símbolo más de la afabilidad y orgullo de esta nación.

Cruzando el río Salzach se encuentra el Palacio Mirabell, un edificio de arquitectura barroca construido en 1606 por encargo del entonces príncipe y arzobispo de Salzburgo como regalo a su amante, Salome Alt. En su interior está el que se considera como uno de los salones de boda más hermosos del mundo, la Sala de Mármol. Ahí tocaron, además de Leopoldo Mozart, sus hijos Wolfgang y Nannerl. En el exterior encontraremos unos preciosos jardines meticulosamente diseñados, protagonistas de varias escenas de la película Sonrisas y Lágrimas, ambientada en esta región de Austria.

Y para finalizar el día, nada mejor que subir a la colina Kapuzineberg y disfrutar de las vistas que ofrece del casco viejo, aunque esta vez con la imponente fortaleza al fondo en contraste con la siluetas de algunas cumbres más lejanas.

Distrito de los lagos de Austria

Poco más de 30 minutos separan a Salzburgo de la apacible localidad de Sankt Gilgen, ubicada en el extremo más occidental del lago Wolfgangsee. A primera hora de la mañana se puede disfrutar tranquilamente del lugar que vio nacer a la madre de Mozart, ubicado en una de las plazas más bellas de la región, delineada por coloridos edificios decorados con frescos y flores y una fuente central acrecenta la serenidad del lugar. Mientras esperamos al ferry que nos lleve hasta nuestro próximo destino a lo largo del lago, se muestra ante nosotros una panorámica de postal. Con el embarcadero de madera como eje central, se aprecian ligeramente neblinosas las montañas alpinas sobre las tranquilas aguas del lago, aún oscuras por la falta de luz.

Por fin llega la embarcación esperada y, ya de camino, comienzan a aparecer de forma dispersa impresionantes casas típicas de la región a orillas del lago que nos avanzan lo que nos espera más adelante. Una vez en St. Wolfgang, se descubre una pintoresca aldea repleta de colorido y desde cuyas laderas es posible obtener unas de las vistas más sobrecogedoras de este oasis alpino. Para unas vistas aún más atractivas, también es posible tomar un tren, que con un desnivel del 26% nos llevará hasta la cima de la montaña Schafberg, a 1783 metros de altura.

Hallstatt, la localidad favorita de las cámaras

Pese al innegable encanto de lugares como St. Gilgen o St. Wolfgang, es esta pequeña localidad encajonada entre vertiginosas montañas a orillas de un lago quien se lleva la mayor parte de la fama. La mejor forma de llegar hasta ella es de nuevo en tren, el cual nos dejará justo al otro lado del lago, desde donde se obtiene una de las mejores panorámicas del lugar. Qué mejor lugar para comenzar. Una pequeña embarcación nos acercará tranquilamente hasta el embarcadero, tras el cual se apilan las pintorescas casas de madera que otorgan ese encanto novelístico a Hallstatt. Además de pasear entre sus estrechas y apacibles callejuelas, y disfrutar de las vistas sobre el lago y las montañas al fondo, es también posible realizar una visita guiada a una de las minas de sal más antiguas del mundo. La visita, pese a estar ligeramente edulcorada, merece la pena por su contenido histórico acerca de la región de Salzkammergut y la sensación de encontrarnos en el corazón de la montaña que vigila Hallstatt desde lo alto.

 Como no podía ser de otra forma, en su plaza principal encontramos elegantes casas decoradas con colores pastel y flores de toda clase que nos trasladan a un mundo de cuento y donde se concentra la mayor parte de los comercios del pueblo. Un poco más arriba, tras pasar por el mirador de Hallstatt, llegamos a un cementerio de gran belleza con una pequeña peculiaridad. Desde el siglo XII, los cuerpos son exhumados tras un periodo de 10 a 20 años bajo tierra, con el objetivo de generar espacio para otros. Tras la exhumación, se limpian, se decoran con pintura y se almacenan y exponen a modo de osario en una pequeña cabaña cercana. Toda una experiencia.

Hallstatt es uno de esos lugares que apaciguan el ser interior y nos recuerdan la vida más allá del trajín de la ciudad y el abotargamiento mental producido por las nuevas tecnologías. Un lugar de Austria en el que dejarnos llevar por la serenidad de sus aguas y sus montañas que alcanzan su cota máxima de esplendor al atardecer, con la elegante silueta de los cisnes del lago al frente.